«Se apago la luz. ..» así, sin tilde y con los puntos suspensivos mal sincronizados, escribí en twitter, después que me di cuenta, linterna en mano, que no me había olvidado de pagar una vez más la cuenta de la corriente, que nadie más en los edificios cercanos tenía luz. Y ahí me sentí raro de estar «tuiteando» porque se haya cortado la luz, cuando hace unos años, en una realidad bien distinta, pasábamos las noches de julio como estas en La Habana con 8 horas de apagones y 30 grados de calor.
Se ha movido mi mundo, como diría Stephen King en La Torre Oscura, (el libro que ahora leo, que por cierto me está gustando un montón). Me he movido yo. Y de jugar dominó, o hablar y hablar y hablar por horas como único entretenimiento, ahora «tuiteo» porque se fue la luz. El mundo se me ha movido. Ahora salgo a la ventana con una linterna, a comprobar si realmente se cortó la luz. Y compruebo de paso que hay otro buen número de tontos como yo en los edificios cercanos, y por un momento hacemos una coreografía de luces comprobando que no vivimos los primeros síntomas del apocalipsis.
El mundo se me ha movido…
Recuerdo que hace rato no le pregunto a mis padres cuando hablo con ellos si hay o no apagones en La Habana. Y me doy cuenta que no sé si ahora en La Habana ha vuelto o no a haber apagones, como periódicamente volvían a haber. Espero que no hayan vuelto. Me moví yo de mi mundo.
En menos de 15 minutos vuelve la corriente. Y vuelve la calefacción (hurra!), y vuelve la luz, y vuelve el programa de mierda que estaba puesto en la tele. Un programa que la verdad no sé qué hago viendo. Y esa interrupción, probablemente programada por los edificios y anunciada debidamente, solo que ignorada por mí, me hizo incluso levantarme a escribir un post. Definitivamente mi mundo se movió. Como Roland, no sé si para bien o mal. Pero se movió.
Aún me sorprende lo rápido que pasa el tiempo, y como 15 años de repente parecen un segundo. Y sin embargo, el mundo se mueve. Eppur si muove. Se mueve más rápido aún.
En un segundo estaba en La Habana, jugando dominó o Risk, pero sobre todo hablando, dando muela diríamos, toda la noche, cuando no tenía cable, ni mucho menos Internet, y a veces, muchas veces, no teníamos luz. Y hablábamos. Hablábamos hasta por los codos, hablábamos hasta la madrugada, hasta que el calor dejara dormir en las noches (Dios no quiera con mosquitos!) de verano habaneras. Hablar era el deporte nacional.
Al segundo siguiente estoy en Santiago. A los amigos los veo los fines de semana, a los amigos que por acá hemos venido a dar, o a los que aquí hice, y les hablo por Facebook al resto. Y «tuiteo» que se fue la luz, y salgo como un tonto con una linterna, y me pongo profundo, y me hago el intelectual citando a Galileo (creo), en un blog, a la una de la mañana. Mi mundo se movió un montón…
😉